En la sacristía se encuentra un lavatorio de manos, que ha perdurado como vestigio del ritual de la ablución purificadora, previa a la liturgia por parte de los sacerdotes católicos.
Es una pieza poco conocida, pero una auténtica obra de arte en cuanto al tallado escultórico de la piedra y la curiosa policromía que posee.
Está compuesta de dos partes diferenciadas: la pila, de forma circular con aristas talladas en forma de estrías, incrustada a la pared y con unos motivos decorativos que forman una serie de borlas policromadas en tonos verdes, rojos y negros. La otra parte del lavatorio es el depósito del agua en forma de concha veneriae o del peregrino. En la parte donde está el grifo que surte de agua a la pila está ricamente decorada con motivos vegetales en ricas tonalidades rojas, verdes, ocres y negros , los mismos elementos decorativos en la parte superior del depósito de agua.
Estos lavatorios de manos tienen su origen en la ley Antigua de Moisés, cuando Dios le manda que hiciera una pila de metal y la colocase entre el tabernáculo y el Altar para que se lavasen las manos Aaron y sus hijos, cuando entrasen en el Tabernáculo a ofrecer sacrificios, como se dice en el Éxodo.
El agua es un símbolo de purificación en las principales religiones del mundo. En el cristianismo su significado más simbólico es el rito del bautismo; pero también eran importantes las abluciones de las manos antes de los actos religiosos, y para ello existían estos lavatorios magistralmente elaborados en las sacristías.
Este lavatorio de la sacristía de la Iglesia de Santa Úrsula ha llegado hasta nuestros días, y forma parte del patrimonio histórico, artístico y religioso de Adeje.