Cada año por primavera el Parque Nacional del Teide cambia su rostro invernal para dejar paso a una paleta de colores inimaginables. Es el tiempo de la floración. El amarillo de la hierba pajonera, el violeta del rosalito de cumbre, el blanco de la retama y el rojo del espectacular tajinaste, que brota en gigantescas inflorescencias piramidales que pueden sobrepasar los dos metros de altura, resaltan en el paisaje terroso de lavas y volcanes. Un sendero de pequeño recorrido que nos permitió conocer de cerca estas bellezas botánicas.