En el último tercio del siglo XIX, hubo un físico que contrató un equipo de mujeres para que colaboraran con él en sus investigaciones.
Se trata de Edward Charles Pickering, nombrado director del Observatorio de la Universidad de Harvard en 1877 y que dedicó el resto de su vida a estudiar y clasificar las estrellas.
Contaba con un amplio catálogo de espectros que habían dejado Henry Draper y su esposa Mary Anna Palmer Draper.
Poder analizar, estudiar, clasificar y catalogar estos espectrogramas y ampliar el catálogo de estrellas era necesario contar con un equipo de trabajo, para lo cual Pickering decidió contratar a 13 mujeres, “las trece computadoras de Pickering”.
Pronto, en tono de burla, sus compañeros de la Universidad denominaban a este grupo “El harén de Pickering”.
Por qué decidió contratar a mujeres no lo sabemos con exactitud. Sin embargo, se especuló sobre diversas razones:
Los fondos del Observatorio, con los que contaba Pickering para sus investigaciones, estaban administrados por la sobrina de Henry Draper. Es posible que Charles Pickering pensase que contratando a mujeres contaría con el apoyo financiero sin dificultad.
Además, el salario que recibían estas trabajadoras era bastante inferior al que habrían recibido los trabajadores hombres. Esto permitía al científico tener un remanente económico por el ahorro que suponía trabajar con mujeres.
Asimismo, la labor de observación que debían hacer estas mujeres era tediosa, y requería de gran paciencia. Cualidad de la que las mujeres gozaban, según Pickering.
La realidad es que, aun desconociendo la razón por la que lo hizo, en una época en que a las mujeres no se las permitía investigar, Edward Charles Pickering contrató a muchas mujeres en su observatorio astronómico para que se dedicaran a tareas de clasificación estelar.
Según el físico: “Las mujeres tienen destreza para el trabajo repetitivos”, y lo cierto es que el trabajo desarrollado por estas mujeres lo era. Por parejas, observaban las fotografías, en placas, de las estrellas y anotaban todas las observaciones en un documento: color, tamaño, ubicación…Para ello hacían uso de fórmulas matemáticas compleja.
El trabajo de estas Computadoras de Harvard se desarrolló entre 1877 y 1919. Y, aunque en principio fueron trece, Pickering llegó a contratar a unas ochenta mujeres durante esos 42 años.
A ellas les debemos que fijasen los cimientos de la Astrofísica Moderna y realizaran descubrimientos determinantes para el estudió de nuestras estrellas, aunque parte de estas aportaciones se las atribuyó Pickering como propias.
La contribución que estas mujeres hicieron para la historia de la ciencia ha sido silenciada hasta época reciente. Conozcamos a algunas:
Williamina Fleming: Fue una de las primeras mujeres contratadas para observar estrellas.
Con solo 22 años y abandonada por su esposo, se vio obligada a buscarse un medio para subsistir. Esto la llevó a trabajar como empleada del hogar de Pickering. Quien, decepcionado con las funciones que desempeñaba su asistente en el Observatorio decidió ofrecerle el puesto a Williamina, a la que siempre consideró una mujer inteligente y resolutiva.
Comenzó realizando labores sencillas y cálculos poco complejos. Pero su rápido aprendizaje y su valía con la formulas científicas cada vez más complejas, llevaron a PicKering a ponerla a cargo de otras mujeres a las que acababa de contratar.
Antonia Maury: Astrónoma de formación y relacionada con el Observatorio de Harvard por ser la sobrina de Henry Draper, descubrió en sus labores como computadora, la estrella binaria Beta Aurigae.
No compartía la metodología de trabajo de Pinckering lo que le llevó a diseñar otro más complejo y efectivo. Esta discrepancia con el físico le hizo tomar la decisión de abandonar su puesto en el observatorio en 1896 y dedicarse a la docencia.
Annie Jump Cannon: Se formó como astrónoma animada por su madre, quien sembró en Annie el deseo de explorar y la curiosidad por entender nuestros cielos.
Comenzó a trabajar en el equipo de Pickering en 1887 y podemos decir sin temor a equivocarnos, que descifró el lenguaje de las estrellas.
Su minucioso trabajo de observación la llevó a interpretar lo que éstas indicaban con su luz: descodificó el ciclo de la vida de las estrellas mediante su luz, y por tanto su temperatura.
Logró clasificar los astros a gran velocidad, hasta tres estrellas por minuto.
A lo largo de su vida, su nombre fue sugerido, en varias ocasiones para lograr el Nobel, pero su género jugó en contra de lograrlo.
Henrietta Swan Leavitt: Durante sus años observando las estrellas como Computadora de Harvard, se obsesionó con las estrellas variables de Cefeidas y descubrió la relación entre el periodo de pulsación de éstas y su brillo o magnitud. Es decir, descubrió que, en este tipo de estrellas, el brillo varía con el tiempo de manera constante y periódica.
Esto nos permite, además, conocer la distancia a la que se encuentran, ya que cuanto más lejana están, menos brillan.
En 1912, Pickering firma la circular en la que se exponen los descubrimientos de Leavitt, atribuyéndoselos como propios.
No será hasta 1925, ya fallecida la astrónoma, cuando se le reconocen sus contribuciones y es nominada al Nobel.
Hoy, el Catálogo Henry Draper cuenta con más de 225.000 estrellas estudiadas, medidas y clasificadas.
Gracias a estas valiosas mujeres hemos logrado leer la narrativa que el Universo ha escrito a lo largo de miles de millones de años luz.
Merecen ser reconocidas y valoradas.
Ana Moruno Rodríguez
Historiadora del Arte