Se acercan las fiestas navideñas, una época que, para muchas personas, está cargada de magia, ilusión y reencuentros. Sin embargo, para otras, estas fechas también traen consigo una mezcla de ansiedad, miedos y una sombra que rara vez se menciona en voz alta: la insatisfacción corporal y la presión estética y social que la acompaña.
Para muchas personas, la Navidad es una época llena de retos emocionales, especialmente en relación con el cuerpo, la comida y la autoestima. Para ellas significa enfrentarse a una lista interminable de expectativas: lucir impecable, vestirse de cierta manera, reuniones familiares, controlar lo que comen para no excederse o evitar, compensar o castigarse por comer los platos típicos por miedo a engordar.
Enfrentarse a comentarios tales como “¿Te has puesto más delgada?” “Te veo más rellenito que el año pasado” “¿Eso vas a comer? Mira que luego viene enero” “¡En enero a dieta estricta todo el mundo, esto hay que bajarlo!” se ha convertido en una casi tradición. Hemos normalizado juzgar nuestros propios cuerpos y los del resto, también en Navidad.
Durante las fiestas, el cuerpo se convierte en el centro de muchas conversaciones no solicitadas. Estas frases o comentarios, que a menudo surgen sin mala intención, son ejemplos claros de un problema social y cultural más amplio: la costumbre de opinar sobre los cuerpos ajenos. Para muchas personas estos comentarios pueden convertir una cena familiar especial en un momento lleno de incomodidad y sufrimiento. g
Por supuesto y como no podría ser de otra forma, la cultura de la dieta y la industria de belleza también tienen su protagonismo en esta época navideña. Mientras se nos anima a disfrutar sin medida de las comidas navideñas, los mensajes publicitarios nos recuerdan que en enero toca compensar. Enero es el mes de las promesas y los objetivos físicos marcados por la presión estética: perder peso, tonificar el cuerpo, compensar los excesos de las fiestas, aumentar peso, eliminar celulitis… Estas metas están impregnadas de un mensaje profundo: la idea de que debemos modificar o enmendar nuestro cuerpo para ser personas válidas, sanas, aceptadas y exitosas.
El impacto de esta presión no solo afecta a quienes la experimentan directamente sino que también se transmite a los más pequeños. Cuando los niños y niñas crecen en un entorno donde la conversación gira en torno a tallas, dietas o juicios sobre el físico, interiorizan que el valor personal está ligado a la apariencia. Sin darnos cuenta, podemos estar enseñándoles a repetir un ciclo de insatisfacción que nosotros mismos hemos vivido.
Todo esto que sucede en muchos hogares durante la navidad, tiene una repercusión directa en la relación que muchas personas desarrollan con la comida y contribuye a una visión limitada y crítica de los cuerpos, como si su valor dependiera únicamente de su apariencia.
Esto nos aleja cada vez más de lo que realmente importa en estas fechas: la conexión, el disfrute y el amor.
¿Y si cambiamos el enfoque? Respeto y gratitud hacia el cuerpo.
La Navidad es una oportunidad para replantearnos la relación que tenemos con nuestro cuerpo y con el del resto de personas. En lugar de verlo como un objeto que debe cumplir con estándares de belleza impuestos por la sociedad, ¿por qué no empezar a verlo como un compañero fiel que nos permite vivir cada momento de estas fechas?
Tu cuerpo es mucho más que una apariencia: es el vehículo que te permite abrazar a tus seres queridos, saborear los platos que tanto te gustan, ver la sonrisa de tus hijos o disfrutar de los momentos especiales. Cada cicatriz, curva, arruga o línea de tu cuerpo, cuenta una historia y todas ellas merecen ser honradas, respetadas y sostenidas.
Si eres de las personas que se siente juzgada, recuerda que tienes derecho a poner límites. Si un comentario sobre tu cuerpo te incomoda, está bien decirlo, con amabilidad pero con firmeza: “Prefiero que no hables de mi cuerpo, gracias”. Tu relación con la comida es tuya. Come con libertad, escucha a tu cuerpo y permítete disfrutar de lo que te apetezca sin la carga del juicio. Tu valor no está en tu apariencia. Eres mucho más que un cuerpo. Eres tus risas, tus sueños y lo que aportas con tu presencia.
Si eres de las personas que tiende a hacer comentarios sobre otros cuerpos, reflexiona: ¿Es necesario hablar del cuerpo de alguien?. ¿Conoces su realidad? ¿Qué puedes aportar a esa persona desde el amor y el respeto? Recuerda que tus palabras tienen un impacto y que no sabes por lo que la otra persona puede estar pasando. Fomentar conversaciones que unan y el respeto pueden ser tus mejores regalos.
Llenar estas fechas de GRATITUD hacia nuestros cuerpos, PRESENCIA, DISFRUTE y CONEXIÓN con lo verdaderamente importante puede empezar a transformar las navidades de toda la humanidad.
Te animo a que esta Navidad te hagas un regalo a ti mism@ y a los demás: el regalo del RESPETO. Respeto hacia tu cuerpo, hacia tus decisiones y hacia los cuerpos y elecciones de los demás. Este cambio empieza por nosotros. Dejemos que estas fechas sean un ejemplo de sostén y unión, un espacio libre de juicios y lleno de amor. Regalemos a las nuevas generaciones una tradición basada en el respeto y la celebración de la diversidad porque el mejor legado que podemos dejarles es la seguridad de que son válid@s exactamente como son.
Que esta Navidad sea un espacio para celebrar quién eres, en toda tu autenticidad. Y recuerda: no necesitas cambiar nada de ti para ser digno de ser respetado, disfrutar y celebrar. La magia ya está en ti.
Anais Martín.
Psicóloga y Coach especializada en Aceptación y Confianza Corporal.