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10 de diciembre de 1948: Ellas hicieron posible la inclusión de las mujeres en la Declaración de los Derechos Humanos

5 DICIEMBRE 2024

Si por algo se caracterizó el siglo XX fue por los numerosos conflictos bélicos que tuvieron lugar en el mundo. Dos guerras mundiales en apenas veinte años que destruyeron ciudades y aniquilaron a millones de personas.

Especialmente cruenta fue la Segunda Guerra Mundial en la que, por primera vez, se utilizan armas químicas, gases y bombas atómicas que evidenciaron el poder de destrucción, crueldad y maldad del que hacen uso algunos países y gobernantes para mostrar su poder político y/o territorial; aunque con ello se sumiera al planeta y a la ciudadanía en la extrema pobreza, hambre y oscuridad.

Tal barbarie y sinsentido llevó a la creación, en 1945, de la Organización de Naciones Unidas cuyo principal objetivo era evitar un nuevo conflicto armado internacional.

Los 58 países que formaban parte de esta organización (hoy 193) trabajaron para lograr el desarme y alcanzar la paz mediante el diálogo y acuerdos entre las diferentes naciones.

Es en este escenario de posguerra en el que, desde la ONU, se plantea la creación de una serie de derechos que deben tener todas las personas de cualquier lugar del mundo y en cualquier momento, solo por el hecho de ser persona.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos debe su redacción y proyecto a una mujer, Eleanor Roosevelt, y su contenido definitivo a un grupo de activistas, feministas y diplomáticas que lucharon para que se reconociera expresamente la igualdad de género.

Algunas de estas admirables mujeres fueron.

Eleanor Roosevelt: Formada en Londres, en una escuela de señoritas, comenzó pronto su activismo en defensa de los derechos de las mujeres y de los colectivos marginados por la sociedad.

De vuelta a los Estados Unidos, sus vindicaciones se hicieron más efectivas, ya que tras convertirse en la primera dama por su matrimonio con el presidente Franklin Delano Roosevelt, y la enfermedad de éste, Eleanor se vio obligada a realizar apariciones públicas y de representación del presidente. Algo inusual, puesto que, hasta su llegada a la Casa Blanca, las primeras damas no se involucraban en la vida política.

Esta portavocía que ejerció, le posibilitó conocer de primera mano, la problemática de las personas marginadas: mujeres y colectivos empobrecidos y apartados de la sociedad, forzados a vivir en barrios convertidos en guetos discriminados.

Ante esto, impulsó algunos programas y proyectos sociales de apoyo a los más desfavorecidos. Del mismo modo, colaboró con agrupaciones feministas como la Liga de Comercio Sindical de Mujeres o la Liga de Mujeres votantes.

Tras el fallecimiento de su esposo, fue nombrada delegada de la Asamblea General de la Naciones Unidas. Convirtiéndose en la primera mujer en ostentar este cargo.

Y en 1947, es designada a presidir la Comisión de los Derechos Humanos.

En origen iban a denominarse Derechos del Hombre, pero Eleanor Roosevelt insistió en que “La Carta Magna a la Humanidad” (como ella la denominaba) incluyese a todas las personas, por lo que propuso cambiar el término Derechos del Hombre por Derechos Humanos.

Desde la aprobación de los Derechos Humanos, y hasta su muerte, en 1962, Eleanor Roosevelt no cejó en la defensa de los mismos y en la necesidad de obligar a su cumplimiento.

Intercesora para que se emplease un lenguaje inclusivo en la redacción de esta legislación, fue la india Hansa Mehta, a la que debemos la modificación del artículo 1: “Todos los hombres nacen libres e iguales”, por “todos los seres humanos nacen libres e iguales.”

Esta escritora, filósofa y periodista ya era una activista feminista destacada cuando entró a formar parte de la Comisión de Derechos Humanos. Y junto a Eleanor, fueron las dos únicas mujeres que estuvieron presentes durante los debates, aunque con posterioridad llegaron otras seis admirables féminas con las que aunaron esfuerzos para logran una legislación universal libre de exclusiones.

Entre estas activistas, destaca la líder feminista y diplomática dominicana Minerva Bernardino, que exigió que el cumplimiento de los Derechos Humanos debía comprometer a todas las personas, sin diferenciar “por raza, sexo, condición o credo”.

Es precisamente este compromiso garantista de los Derechos Humanos, el que hace a Minerva incluir en el Preámbulo la terminología “igualdad de derecho de hombres y mujeres”.

La igualdad entre hombres y mujeres fue también la meta que defendía la bielorrusa Edvokia Uralova, concretamente sostenía la necesidad que una igualdad salarial: “Toda persona, sin discriminación alguna, tiene derecho al mismo salario por el mismo trabajo” (art. 23)

Expuso, por tanto, a mediados del siglo XX la problemática de la brecha salarial, antes, incluso, de que existiese el propio concepto. Desigualdad salarial que aún hoy no se ha resuelto.

Estas son solo una pequeña representación de las mujeres que defendieron que el sexo femenino tenía que ser tenido en cuenta si lo que se quería lograr es que estos Derechos garantizaran la igualdad de todas las personas.

Tras la redacción del proyecto de Declaración, éste se sometió a votación el 10 de diciembre de 1948 en París, y fue aprobado con 48 votos a favor y las 8 abstenciones de la Unión Soviética, de los países de Europa del Este (Bielorrusia, Checoslovaquia, Polonia, Yugoslavia y Ucrania), de Arabia Saudí y de Sudáfrica. Además, otros dos países miembros, Yemen y Honduras, no estuvieron presentes en la votación.

Desgraciadamente el logro de que todos los seres humanos estemos protegidos por unos derechos fundamentales parece no ser respetado.

Cada día, nos llegan noticias de como alrededor del mundo se cometen crímenes de guerra y extorsiones, sociales y jurídicas, que vulneran claramente esta legislación.

Quizá, en los tiempos convulsos en los que se encuentra inmersa la humanidad, debamos releer aquello que estas mujeres redactaron y firmaron.

En palabras de Eleanor Roosevelt: “No basta con hablar de paz. Uno debe creer en ella, y no es suficiente con creer. Hay que trabajar para conseguirla”

 

Ana Moruno Rodríguez

   Historiadora del Arte


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