Casi las tres cuartas partes de la superficie de la Tierra está cubierta por agua. Mares y océanos que rodean los continentes y que transportan vida animal y vegetal que en muchos casos aún desconocemos.
Desde tiempo remoto, el ser humano ha surcado su superficie e investigado sus profundidades.
No es una novedad hacer mención a la invisibilidad a la que se ha visto relegada la mujer debido al patriarcado imperante a lo largo de la Historia.
La relación de la mujer con los Océanos la podríamos analizar desde diferentes puntos de vista:
En la mitología, son muchas las referencias a las diosas y ninfas relacionadas con mares y océanos: Oceánides, las ninfas del mar. Son miles y viven en los Océanos dominando las corrientes marinas y el oleaje.
Amphitrite, esposa de Poseidón y madre de Tritón. Si bien ha sido olvidada por la historia, el arte o la literatura; Amphitrite gobernaba junto con su esposo, y su poder alcanzaba los confines oceánicos.
Además de ser la diosa del mar en calma, se le atribuye ser madre de muchas de las criaturas marinas: delfines o focas.
También podríamos hablar de la relación de las mujeres con el mar como exploradoras, conquistadoras y piratas. Mujeres que surcaron los mares sembrando el terror y protagonizando aventuras y batallas.
Un ejemplo de estas féminas aventureras es Alwilda, quizá la más conocida. Amante de la grandeza del mar, aprovechó el anuncio de su compromiso pactado por su padre, para huir en un barco vestida de marinero. Surcó los mares convertida en capitán pirata.
El destino quiso que tuviese que enfrentarse con el prometido que rechazó. La leyenda cuenta, que al verlo luchar quedó prendada del joven y abandonó la piratería para casarse con este Príncipe vikingo que llevaba por nombre Alf.
Las mujeres también han surcado los océanos como militares, bien luchando contra la piratería como defendiendo los territorios de sus naciones.
La presencia de mujeres a bordo siempre provocó desagrado e incomodidad, y durante muchos años se tenía la superstición de que llevar mujeres a bordo era signo de mal fario y mala suerte para las misiones militares.
En origen, las mujeres tuvieron vetado el acceso a la Marina en la mayoría de los países europeos y solo accedían en casos especiales: Si eran esposas de oficiales, suboficiales, soldados o marineros, o si iban a realizar labores humanitarias, cuidar a enfermos y sanar heridos en las campañas de guerra.
Hubo algunas excepciones de mujeres que quisieron ejercer la vida militar, aunque para ello tuviesen que vestirse de hombres.
En la actualidad, el acceso de las mujeres a las Fuerzas Armadas es una realidad, pudiendo desarrollar su profesión en igualdad de condiciones que sus compañeros masculinos.
Pero hoy queremos centrar la atención en aquellas féminas que dedicaron su vida a la ciencia, a estudiar e investigar nuestros mares y océanos.
Mujeres que, desgraciadamente, siguen sin aparecer en los libros de textos de colegios e institutos. Mujeres cuya trayectoria debemos poner en valor para que niños y niñas puedan tenerlas como referente, científicas a las que admirar, respetar y tener como guías en sus estudios.
El legado de estas féminas ha sido primordial para la oceanografía. Conozcamos a algunas de ellas:
La primera científica de los mares y océanos de la que tenemos constancia es de la pionera Jeanne Baret (1740-1807). Esta botánica francesa tuvo que disfrazarse de hombre para poder realizar las expediciones marinas y lo hizo escudándose en ser el asistente del naturalista Philibert Commerson (del que era amante).
Jeanne, apasionada de las plantas desde la niñez, había realizado su formación de un modo autodidacta, ya que las universidades tampoco permitían el acceso de las mujeres a la educación.
Mientras trabajaba como ama de llaves de Philibert Commerson, éste fue llamado a participar en una expedición.Philibert puso como requisito que le acompañase su fiel asistente, Jeanne, que tuvo que vestirse de hombre y responder al nombre de Jean.
En 1766, y sin ser descubiertos, Jeanne y Philibert subieron a bordo y comenzaron su viaje.
Pronto Philibert cayó enfermo y Jean (Jeanne) tuvo que encargarse sola de todo el trabajo. El primer descubrimiento de esta intrépida botánica tuvo lugar en Brasil, y fue una planta colorida y enredadera que bautizó con el nombre de Buganvilla.
Pero ese solo fue el principio de los múltiples hallazgos de la joven exploradora que, además de ser la primera mujer en dar la vuelta al mundo en barco, en una expedición botánica, descubrió unas 3000 nuevas plantas.
En cuanto a si fue o no descubierto el sexo de Jeanne, sabemos que, ante los continuos rumores de la existencia de una mujer a bordo, ésta los intentó acallar explicando que en una batalla contra piratas había sufrido la castración de sus genitales. Y, parece ser que el resto de la tripulación creyó a Jean (Jeanne).
Otra bióloga autodidacta fue Maude Jane Delap (1866-1953). Nacida el seno de una familia numerosa, tenía diez hermanos y sólo los varones pudieron recibir una formación especializada. Pero Delap amaba el mar y sus animales.
Su interés por la fauna marina hizo que, desde pequeña, y junto a su hermana, capturasen animales en las costas del sur de Irlanda. Los introducían un acuario y los Maude Jane los observaba y estudiaba detenidamente.
De todos los seres vivos capturados y estudiados por Maude, fueron las medidas las que centraron su interés. Observó su comportamiento, su alimentación y su desarrollo en las diferentes etapas de la vida.
Su pasión por las medusas la convirtió en la primera persona en criarlas en cautividad. Y llegó a trabaja en la Estación de Biología Marina de Plymouth.
Pero si, Maude Jane Delap estudió el mar y sus especies desde zonas próximas a la costa, a Marie Tharp (1920-2006) lo que le apasionó fueron los fondos marinos. A esta geóloga y cartógrafa oceanográfica estadounidense le debemos la creación de los primeros mapas de los fondos marinos desde 1957.
Para ello, Tharp tuvo que hacer frente a muchas vicisitudes. Entre ellas la dificultad para poder subir a un barco para investigar o hacer frente al rechazo de sus compañeros hombres que desconfiaban de la veracidad de los estudios realizados por la geóloga estadounidense.
En España también han existidos mujeres amantes del mar y estudiosas de los océanos.
Luisa de la Vega (1862-1944). Bióloga especializada en fauna marina.
Además de dedicarse a la docencia, a Luisa le debemos una recopilación de ilustraciones realizadas a plumilla, de fauna y vegetación de nuestros mares y océanos, que apoyaban publicaciones firmadas por su marido, Augusto González de Linares, catedrático de Historia Natural en la Universidad de Santiago de Compostela.
Considerada la primera oceanógrafa de España es la almeriense Jimena Quirós (1899-1982).
Durante su estancia en Madrid, donde llevó a cabo sus estudios en Ciencia, se alojó en la magna Residencia de Señoritas, dirigida por la pedagoga María de Maeztu y referente en la educación y formación de las féminas en el primer tercio del siglo XX.
Recién licenciada en Ciencias tuvo la oportunidad de embarcar en una campaña oceanográfica llevada a cabo por el Instituto Español de Oceanografía, donde Jimena había comenzado a trabajar mientras terminaba su formación.
La capacidad intelectual de la almeriense la llevó a aprobar unas oposiciones que la convirtió en la primera mujer en formar parte del Laboratorio del IEO en Baleares. Estudió y analizó a los moluscos y publicó su primer artículo en 1923. Artículo que tiene el honor de ser el primero de índole científica y marina, firmado por una mujer.
Desde entonces muchas mujeres han seguido la estela de estas científicas de los océanos que hoy dirigen y encabezan instituciones que hace unas décadas parecía impensables.
Por ello, es necesario conocer sus historias como luchadoras por la igualdad en sus generaciones, sus dificultades, sus méritos y su puesta en valor para que sirvan de referentes a niñas que serán mujeres científicas en un futuro cercano.
Ana Moruno Rodríguez, Historiadora del Arte.