Federico García Lorca, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda... son nombres que nos vienen a la cabeza cuando se nos habla de la Generación del 27. Ellos, amigos que convivían en la Residencia de Estudiantes de Madrid, compartían su amor por la poesía y debatían sobre literatura y la necesidad de hacer una poesía popular que huyese del elitismo imperante.
Su reconocimiento como grupo llego tras cuarenta años de dictadura.
Con la llegada de la democracia a España, se comienza a poner en valor el importante papel que jugaron estos intelectuales que plasmaron su libertad en trascendentes poemas sin miedo a represalias, aunque ello les obligase a abandonar el país por temor a ser perseguidos, presos o fusilados.
Sí, hablo en masculino porque solo los hombres que formaron parte de este grupo han pasado a la historia. Por el contrario, gran parte de las componentes de este grupo intelectual, cultural y estético han sido condenadas a lidiar la más ardua y compleja de las batallas: el olvido.
Efectivamente, La generación del 27 estuvo compuesto de mujeres y hombre, nacidos entre 1898-1914 y que se movían en el círculo cultural, social y político de Madrid.
El interés por recuperar, divulgar y perpetuar el legado de las mujeres que pertenecieron a este grupo es reciente. Con la llegada del siglo XXI, historiadoras, escritoras, artistas...comenzaron a indagar en la vida y obras de estas magnánimas mujeres que han recibido el nombre de las Sinsombrero.
En la década de los 20 del pasado siglo, llevar sombrero era signo de elegancia. Y en el caso de ellas, lo era Además de feminidad y decoro.
Un día indeterminado entre los años 1923-1925 paseaba por la Puerta del Sol de Madrid la artista plástica Maruja Mallo. Esta se encontraba acompañada de la también pintora Margarita Manso, el surrealista Salvador Dalí y el poeta Federico García Lorca.
Los cuatro amigos, como signo de rebeldía y provocación se quitaron los sombreros. Sin duda un gesto cuanto menos arriesgado en un país que vivía bajo el yugo totalitarista de la dictadura de Primo de Rivera.
Así́ nos lo narra la propia Maruja Mallo: “Decidimos quitarnos el sombrero poque parecía que estábamos congestionando las ideas y atravesando la Puerta del Sol nos apedrearon llamándonos de todo (...). Se comprende que Madrid vio en eso un gesto rebelde y por otro lado narcisista.”
Por tanto, podemos expresar si miedo a equivocarnos, que las Sinsombrero fueron la primera generación femenina de la historia cultural, artística y literaria de España que reivindicaba la construcción de un futuro colectivo, libre y valiente en el que sus voces fuesen escuchadas y tenidas en cuenta como parte integrante de la sociedad.
Querían abandonar su posición como esposas, ángeles del hogar y cuidadoras donde la rancia tradición las había situado.
Pero esta compleja postura no fue un camino fácil para ellas. Se enfrentaban no sólo a represalias políticas, también a los desprecios, ofensas y agresiones de los sectores más tradicionales y conservadores de la sociedad española.
Pero estas jóvenes inquietas culturalmente no cejaron en sus aspiraciones de vivir libres en un país que parecía abrirse a la Europa de las vanguardias y que vieron en la llegada de la Segunda República, en 1931, una posibilidad de lograr una sociedad más igualitaria. Desgraciadamente su anhelado propósito se verá́ truncado con el estallido de la Guerra Civil.
Estas valerosas mujeres, criticadas por una sociedad misógina y patriarcal, fueron en su época calificadas, de modo peyorativo como “Las Modernas de Madrid” por no cumplir los cánones estéticos y sociales que se esperaba de ellas. Una sociedad que impedía el reconocimiento de estas mujeres como personalidades artísticas propias.
La mayoría de ellas eran nacidas en Madrid o residían en la ciudad. Muchas cursaban estudios superiores (permitidos a las mujeres desde 1910) y se alojaban en la Residencia de Señoritas, dirigido por la pedagoga María de Maeztu.
Era la Residencia y con posterioridad, el Lyceum Club Femenino (fundado en 1926) donde ellas se sentían libres para expresar sus ideales políticos, sus inquietudes artísticas y culturales o compartían sus poemas y ensayos que se publicaban en revistas como La Gaceta Literaria o en la Revista de Occidente.
Conozcamos brevemente a algunas de ellas:
Maruja Mallo: Como hemos expresado anteriormente, a su performance en la Puerta del Sol, le debemos el nombre del grupo. Artista plástica, esta gallega lleva la excentricidad al límite. Cultivó principalmente el surrealismo con obras como: La verbena, el canto de las espigas o sus naturalezas vivas.
Fue precisamente, su ansia de libertad creativa y su irreverencia ante la encorsetada formación que se ofertaba en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, lo que le hizo abandonarla. Viajó por distintas escuelas de Europa bebiendo de la diversidad plástica que le brindaban las vanguardias.
El estallido de la guerra civil española y su defensa en pro de una España republicana la llevó a marchar a Argentina. Viajó y expuso por gran parte de Latinoamérica durante los treinta años que permaneció en el exilio. En 1962 regresa a España siendo una desconocida en el panorama artístico, cultural y social.
Tras años rehaciendo su obra y volviendo a integrarse en los círculos artísticos y culturales de la capital española, su reconocimiento le llegará a final de su vida.
Marga Gil Roësset: Débil físicamente y extremadamente sensible. Su madre siempre achacó su fragilidad al difícil parto que ella sufrió́ para que viniese al mundo Marga.
Junto a su hermana Consuelo publicó varios libros de cuentos que ella ilustraba. Algunos de estos dibujos inspiraron al escritor francés Antoine de Saint-Exupéry para ilustrar su famosa obra “El Principito”.
Además de escribir y pintar, cultivó la escultura con gran maestría, fusionando el modernismo y el simbolismo. Una de sus esculturas más conocidas en el busto que realizó a Zenobia Camprubí. Fue precisamente mientras realizaba esta obra cuando afloró su amor hacia Juan Ramón Jiménez, esposo de Zenobia.
Su amor no correspondido, su falta de confianza y su fragilidad tanto física como psicológica la llevaron a acaba con su vida disparándose en la sien, con tan solo 24 años.
Antes de suicidarse entregó a Juan Ramón Jiménez una carpeta que portaba su diario. También dejó unas misivas para sus padres, su hermana y su amiga Zenobia.
Concha Méndez: Poetisa y dramaturga. Fue una firme defensora de los derechos de las mujeres y de la libertad de las mismas dentro del matrimonio.
Sus primeras obras emanan luz y optimismo. Ejemplo de ello es su primer Poemario “Inquietudes”, publicado con 28 años.
En 1932 compra una imprenta y junto a su marido, Manuel Altolaguirre editan la revista Héroe donde se recogían poemas de autores y autoras del momento: Pedro Salinas, Rosa Chacel, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Ernestina Champourcín...
Además de los poemas, Concha escribió obras teatrales. Destacando “El carbón y la rosa” o “El personaje presentido”.
La guerra, hizo que el optimismo de sus primeros poemas tornara a mostrar la desilusión y desesperanza sentida por muchas personas obligadas a huir del país.
Ella y su marido viajaron en primera instancia a París, y de allí́ marcharán a la Habana y México. Será en este último donde permanece hasta su muerte en 1986.
María Teresa de León: Reivindicó a ultranza el papel de la mujer como entes propios tan válido como el hombre, anteponiendo su labor de mujer independiente al de esposa y madre.
Poetisa desde muy joven, nos ha dejado obras como “La bellas del mal amor” o “Cuentos para sonar”.
Tras divorciarse de su primer marido conoce a Rafael Alberti. Éste la introduce en el círculo cultural de la Generación del 27 y las Sinsombrero, de las que pronto pasa a formar parte.
Cuando estalla la guerra civil española se instalan en Madrid y fundan “El Mono Azul”: una revista en la que colaboran intelectuales republicanos.
Pero su labor, invisibilizada, no se limitó́ a los escritos que hoy conservamos de ella. María Teresa de León tuvo una relevante labor en la conservación del patrimonio español y que muchas personas desconocen: Formó parte de la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico.
Se trata de un organismo creado por el gobierno de la República a principios de la guerra civil y que salvaron de una destrucción segura las obras que se conservaban en el Museo del Prado y en el Monasterio de El Escorial.
Con el inicio de la dictadura ella y Rafael Alberti tuvieron que marchar del país. Primero a Francia y de allí́ a Argentina donde residieron hasta 1977 que vuelven a España.
De este periodo de exilio se conservan obras como “La historia tiene la palabra”.
Josefina de la Torre: Mujer polifacética (poetisa, cantante, escritora, compositora, actriz teatral...). Nacida en Gran Canaria, en el seno de una familia adinerada, recibió una formación exquisita en arte y música.
Comenzó a escribir a edad temprana. Con solo 7 años realiza sus primeros poemas dedicado a los también gran canarios Benito Pérez Galdós y Alonso Quesada.
Viajó a Madrid para perfeccionar su técnica vocal y llegó a actuar en el Lyceum Femenino. Lo que le permitió entablar amistad con algunas de las mujeres que allí́ se reunían y que pronto la hicieron partícipe de este grupo que venimos denominando las Sinsombrero.
De esta etapa son sus poemarios “Versos y estampas” o “Poemas en la isla”.
La guerra civil la hizo volver a su Gran Canaria natal, donde permanecerá́ hasta que concluye el conflicto bélico. Tras el cual vuelve a trabajar como guionista y actriz de teatro.
Ellas son sólo un ejemplo ínfimo de las mujeres que formaron parte de la vida cultural y artística de la generación del 27 y que hoy conocemos como la Sinsombrero: María Zambrano, Elena Fortún, Margarita Manso, Ángeles Santos, Ernestina Champourcín, Carmen Conde, Delhy Tejero, Rosa Chacel, Ruth Velázquez, Margarita Ferreras, Luisa Carnés... son otros de los nombres de mujeres que pertenecieron a este relevante grupo.
Es necesario comenzar a entender que la recuperación de la vida e historia de estas mujeres como miembros de pleno derecho en la generación del 27 es imprescindible para elaborar una memoria real de la historia cultural y social de la España de los 30. Sin ellas no podemos hablar de una historia completa.
No debemos olvidar que nosotras somos el resultado de generaciones de mujeres que lucharon por nuestros derechos. Mujeres obligadas al exilio, presas o fusiladas que no abandonaron la creencia de que lograr una sociedad igualitaria en la seamos consideradas entes propios era lo más justo. La llamada generación del 14, como Clara Campoamor, Carmen de Burgos, Victoria Kent... la generación del 27 a la que pertenecen las Sinsombrero, aquellas que lucharon en la guerra civil, las que apostaron por la democracia y estuvieron en la primera línea durante la transición, las que legislan y velan hoy por nuestros derechos...Sí, a todas ellas les debemos la posición social y cultural de la que hoy gozamos.
Por ellas y otras mujeres que vendrán, debemos seguir reivindicando y defendiendo una igualdad real en la todas y todos tengamos cabida y en la que seamos escuchadas y escuchados.
Ana Moruno
Historiadora del Arte