En el post de hoy, Celia Marchena Ocaña nos trae un nuevo término para aumentar nuestro glosario.
La ONU nos dice que “el lenguaje inclusivo en cuanto al género es la manera de expresarse oralmente y por escrito sin discriminar a un sexo, género social o identidad de género en particular y sin perpetuar estereotipos de género”.
El lenguaje es uno de los factores clave que determinan las actitudes culturales y sociales, por lo que, si empezamos a usar un lenguaje inclusivo estaremos promoviendo la igualdad de género a pequeña escala.
Pero a ver, ¿tenemos que estar hablando todo el rato con la “E”? No. El lenguaje inclusivo no es solamente eso. Nuestro idioma es muy rico y tiene muchas palabras que podríamos usar para no caer en este sexismo con el que la sociedad nos ha criado. En internet se encuentran documentos y guías, como la guía que hizo el Instituto Canario de Igualdad llamada “Normas básicas del lenguaje inclusivo.”, en la que encontramos truquitos que nos ayudan a incluir a todas las personas cuando hablamos.
Por ejemplo, usar genéricos reales como persona, gente, población, niñez, profesorado, alumnado y cosas así.
Lo más fácil para empezar es desdoblar. Si te sale solo el “nosotros”, añades rápidamente “y nosotras”. Luego ya va saliendo solo. Es más fácil que poner @ y X, y además en documentos escritos hay dispositivos que no pueden leer dichos caracteres por lo que no es recomendable.
El uso de nombres abstractos, como por ejemplo en vez de decir el típico y sexista “médicos y enfermeras”, pues se dice “personal de medicina y personal de enfermería”, o directamente “personal sanitario” y te quitas de líos. Dirección, secretaría, jefatura, y esas cosas.
Lo que también se puede usar son los pronombres como alguien o quienes. Por ejemplo, “quienes quieran comer papas con mojo” en vez de “los que quieran...” Mejor, ¿no?
Hay palabras que directamente podemos suprimir. El “todos” lo usamos demasiado, a veces ni hace falta. Por ejemplo, si digo “como todos sabemos”, puedo decir “como ya sabemos” y queda claro igual. Y por supuesto, si nos referimos a alguien o a un colectivo, siempre con respeto y empatía.
Al principio no es fácil. Llevamos toda la vida usando el mismo lenguaje, pero es cuestión de práctica. Nadie coge un piano y toca a Chopin a la primera. Pues esto es lo mismo. Lo más importante es ser conscientes de que la manera en que usamos el lenguaje es sexista. Y querer cambiarlo. Aunque sea poco a poco y tropezando al principio. Pero al final se consigue.