La socialización de género es el proceso mediante el cual los niños y niñas aprenden las expectativas sociales, actitudes, comportamientos y apariencia típicamente asociados a cada género. Así, les enseñamos que ser una mujer es ser coqueta, delicada y llevar falda, y que ser un hombre es ser dominante, fuerte y llevar el pelo corto.
Los estereotipos en torno a qué pertenece y qué no a cada sexo han cambiado, y siguen cambiando con el paso del tiempo. Por ejemplo, el rosa antes era un color de hombres, igual que llevar tacones. El problema es que aunque dichos estereotipos se vayan modificando, seguimos sin conseguir eliminar esos compartimentos estancos y se sigue separando la idea de hombre y la idea de mujer.
Lo que se intenta conseguir es extender la idea de que las personas pueden ser como sea independientemente del sexo que sean, pero hoy en día sigue siendo una tarea pendiente.
Se realizó un experimento a personas adultas en las que les hacían interactuar con un bebé, al que vistieron de azul y luego de rosa. Cuando estaba de azul, al presuponer que era un chico, le decían lo fuerte que era, le ponían de pie y jugaban con él; y cuando estaba de rosa, presuponiendo que era una chica, le trataban con delicadeza, le hablaban bajito, le decían lo guapa y bonita que era.
Esto es lo que viven y hemos vivido todas las personas de esta sociedad. Hemos tenido que socializar con respecto a estos estereotipos, que deberían ser erradicados para dar libertad a las personas de relacionarse como quieran.
Un sección elaborada con la colaboración de Alba González Fernández.
