Tras la conquista, se constituye el Cabildo de Tenerife, con sede en la Laguna, que entre sus funciones tiene el gobierno municipal de toda la isla. El primer alcalde de Adeje es nombrado por dicho Cabildo en 1538, que sigue nombrando alcaldes pedáneos hasta que en 1655 la Villa de Adeje se convierte en señorío jurisdiccional, por Real Cédula dada en Madrid por Felipe IV el 11 de marzo de 1655, a partir de esta fecha los alcaldes pasan a ser nombrados por el señor hasta el Decreto de 4 de julio de 1811 de las Cortes de Cádiz de abolición de los Señoríos Jurisdiccionales.
En el Archivo Histórico Municipal hemos encontrado un precioso documento de 1882 que establecía unas normas para el uso del agua, siempre un bien escaso y preciado que dió lugar a que el Señor Marqués estableciera este reglamento que transcribimos a continuación:
Existieron en Adeje unos lavaderos públicos en los que las mujeres, además de lavar y desinfectar la ropa, se encontraban con las vecinas, y el trabajo se hacia más llevadero, además de mentidero donde se enteraban de las noticias del pueblo.
Hasta el siglo XIX, los entierros se hacían en los templos y en el exterior de los mismos. En el caso de Adeje, la actual torre de la plaza de España se levanta sobre los restos conservados del antiguo osario. Fue una ley del 6 de noviembre de 1813 la que prohibió la inhumación dentro de los poblados. El Gobernador Civil remitió un escrito dirigido al Alcalde Constitucional del Ayuntamiento de Adeje instandole a la rápida fabricación del cementerio, escogiendo para ello el terreno más apropiado, de acuerdo con el cura párroco y un procurador síndico. El costo de las obras debía ser de la parroquia.
Apenas existen testimonios su vida y mucho menos de su séquito de las 11.000 vírgenes. Son leyendas que parten del medievo, sobre todo a través de Santiago de la Vorágine y su obra "La Leyenda Dorada".