Echemos la vista atrás, no es necesario ir muy atrás…40, 50 años. Entonces la salud mental de las mujeres no tenía valor alguno.
Si eras una niña retraída, tímida o poco sociable, la solución era obligarte a salir porque tu comportamiento se debía a que tenías mucho tiempo libre para pensar “en tonterías”. Daba igual que realmente esa niña tuviese complejos, sufriese acoso o necesitase ser escuchada, entendida y valorada.
Si ya no eras niña, aún era más complicado un diagnóstico. Las mujeres que consideraban ponerse en manos de profesionales hombres, siempre hombres, solían recibir un trato paternalista por parte de estos.
Con motivo de la celebración del Día Mundial de la Salud Mental, el próximo 10 de octubre, queremos reflexionar sobre cómo la historia ha diagnosticado a las mujeres en este ámbito.
Con frecuencia el dictamen profesional las calificaba de histéricas, locas o dementes, muchas mujeres, a lo largo de la historia, han sido encerradas, abandonadas, aisladas o ingresadas en psiquiátricos donde eran sometidas a tratamientos extremos.
En la actualidad sabemos que muchas de estas mujeres sufrían problemas de salud mental que hubiesen tenido un tratamiento, unas terapias acordes y podrían haber llevado una vida en libertad y no coartadas por sus propios familiares que conspiraban para deshacerse de ellas: Mary Shelley, Virginia Woolf, Frida Kahlo, Camille Claudel…son algunos ejemplos de mujeres que vivieron amenazadas por el ingreso en dependencias psiquiátricas.
Hoy hablamos de una de las mujeres con la que la historia ha sido más injusta: Juana I de Castilla, que ha pasado a la Historia como Juana La Loca, y que, para sorpresa de muchos, NUNCA ESTUVO LOCA.
Hija de los Reyes Católicos (Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón), nació en Toledo un frío 6 de noviembre de 1479.
Al ser la tercera hija del matrimonio, nada hacía presagiar que su destino fuese el de reinar.
Siempre fue una joven educada, culta, estudiosa, amante de la música y poco interesada en la religión, hecho que no era aprobado por sus padres y que la Reina Católica intento esconder a toda costa.
Casada, desde 1496, por alianzas dinásticas y acordes políticos, con Felipe, Archiduque de Austria y heredero de las casas de los Borgoña y los Habsburgo, Juana residía en Flandes. El matrimonio que se conoció el mismo día del enlace, pronto se enamoraron. Fruto de este enlace, nacieron sus 6 hijos e hijas.
Pero este amor fue breve, ya que Felipe, apodado el Hermoso, pronto perdió el interés en su esposa y comenzó a tener relaciones con otras mujeres sin importarle que su esposa fuese conocedora de las mismas. Este hecho hizo crecer en Juana un fuerte sentimiento de infelicidad y celos.
La muerte del hermano mayor de Juana y heredero de la Corona, Juan, en 1497, el fallecimiento al año siguiente de su hermana Isabel, y la muerte fatídica del hijo de ésta, Miguel, cuando solo contaba con dos años de edad, ocasionó la designación, en el 1500, de Juana como heredera del reinado de sus padres.
El matrimonio viene de Flandes y se instalan en la Corte.
La reina Isabel la Católica, organiza todo para nombrar a su hija heredera propietaria de los reinos de Castilla y de Aragón, si bien, su esposo y su yerno, no estaban de acuerdo con la decisión de Isabel I. Una mujer que siempre dio muestras de su carácter y de su firmeza a la hora de tomar decisiones.
Por lo que, tras la muerte de la reina, en 1504, y bajo el amparo de una cláusula del testamento de ésta, en el que se exponía que si Juana, por lo que fuese, perdiese sus capacidades para gobernar, recaería la regencia sobre su esposo, yerno y suegro comenzaron a urdir su plan para imposibilitar a Juana.
La joven heredera, de 25 años, sufridora de las infidelidades de su esposo al que amaba ciegamente, se dejaba guiar por éste y por su padre Fernando II. Así, se acordó un gobierno conjunto de Felipe, Fernando el Católico y Juana a partir de 1505.
Lo continuos viajes de Felipe a Flandes, para tratar sus “asuntos”, y las pocas ocasiones en que el matrimonio coincidía, no impidieron que Juana diese a luz una quinta hija. Pero durante la gestación de su sexto embarazo, el 25 de septiembre de 1506, se produjo la muerte repentina del Felipe el Hermoso.
Esta muerte, aún hoy cargada de misterio, fue el detonante en la salud mental de Juana que veló y acompañó el féretro de su esposo desde Burgos a Granada, donde sería enterrado. Durante el largo trayecto, fueron muchas las voces que se alzaron para incidir en la locura de la reina. Hablaba sola, le hablaba a su esposo, no comía ni dormía e incluso parecía reír sin razón alguna…Se llegó a decir que parecía poseída por el diablo.
Sin consultar con la reina, el cardenal Cisneros se reunió con Fernando II para tomar las riendas del gobierno, por la incapacidad de ésta. Y así lo hizo. El cardenal Cisneros, arzobispo de Toledo presidió el Consejo de Regencia y asumió el gobierno castellano durante 1506 y 1507. Y posteriormente Fernando el Católico se hizo con las riendas del gobierno de Castilla, además del de Aragón.
Juana, fue encerrada en Tordesillas por deseo de su padre desde 1509 y allí permaneció “por su propio bienestar” hasta su muerte (46 años confinada).
Nunca abandonó el luto por su esposo y durante algunos años de encierro estuvo acompañada por su hija menor, Catalina, hasta que esta salió en 1525 para casarse.
Tras la muerte de Fernando el Católico, en 1516, y tras la breve regencia del cardenal Cisneros, el primogénito de Juana, Carlos, es proclamado rey.
Y no, su hijo Carlos tampoco permitió que su madre abandonase Tordesillas.
Está documentado, que esta reina a la que la historia ha acusado de demente, recibió la visita de algunos grupos que no estaban de acuerdo con el reinado de su hijo. Destaca, por ejemplo, la visita de los Comuneros, cuyo levantamiento (1520) causó estragos a Carlos I. Estos fueron recibidos por Juana, quien los escuchó, entendió e incluso animó en su lucha y quienes defendieron siempre, sin éxito, la lucidez mental de la reina.
Poco a poco la salud física de la reina se vio afectada por el encierro. Sus piernas no le respondían y pasó los últimos años postrada en una cama. Hasta que finalmente fallece en la primavera de 1555.
Hoy sabemos que todo vestigio acerca del encierro, por la supuesta incapacidad mental de Juana, intentó hacerse desaparecer, primero por su padre Fernando el Católico y posteriormente por su hijo Carlos.
Juana I de Castilla durante toda su vida fue manipulada por su esposo, su padre y su hijo para que estos saciasen sus aspiraciones de poder.
Sin embargo, es a ella a quien la Historia ha tildado de LOCA. Sin duda, es una gran injusticia.