La entronización de la efigie mariana propiciará, más si cabe, el arraigo devocional entre los vecinos y vecinas.
La propagación del cristianismo en las tierras de Adeje está asociado al hallazgo fortuito de una imagen en sus costas según recoge el fraile dominico fray Alonso de Espinosa en su libro «Historia de Nuestra Señora de Candelaria» impreso en 1594. Todas las fuentes coinciden al asegurar que la primitiva imagen de la Virgen fue hurtada a los pocos años de su aparición. Tras su hurto, fue trasladada a la parroquia de Garachico, donde ha permanecido hasta hoy.
A partir de la desaparición de la primitiva imagen, conocemos que existió un segundo hallazgo, recogido en el Libro de Milagros en varias comparecencias como la de Bernardo de Acevedo, quien afirmó que casi inmediatamente y «por alta disposición de la Providencia» los vecinos de Adeje, que lloraban la pérdida de su imagen, se hallaron con esta otra de Ntra. Sra. de la Encarnación. Este nuevo suceso milagroso debió acontecer con anterioridad a 1530 pues por esas fechas ya existía la ermita en la Enramada dentro de las tierras de Pedro de Ponte. En 1560 se concede por Real Cédula la categoría de beneficio parroquial con sede en la ermita de la Encarnación en el Rio de Adeje. La ermita de la Enramada queda así como santuario devocional de la imagen, desprotegida de los ataques de piratas, como el acaecido en 1586 donde se conoce que unos cuarenta piratas arribaron a la costa, profanando la ermita y «quebrando las ymagenes y retablos». Momento en el cual, presumiblemente, la imagen pasa a la parroquia de Santa Úrsula y ocupa el retablo principal del presbiterio del templo.
La entronización de la efigie mariana propiciará, más si cabe, el arraigo devocional entre los vecinos y los propietarios del territorio local, la familia de Ponte de Adeje, que se convierten en mecenas y patrocinadores del ornato y culto de Nuestra Señora de la Encarnación.
Esta relación de los poseedores de la Casa Fuerte con el culto a la Virgen de la Encarnación se ha manifestado de múltiples formas, desde el compromiso de celebrar fiestas y cultos, hasta la donación de vestidos y el cuidado de la imagen. La fiesta principal el 25 de marzo y su octava parece mantenerse en el tiempo, a pesar de la realización de un voto vecinal en 1694 con motivo de una plaga de langostas o cigarrón berberisco que propició una nueva fiesta en el mes octubre. La festividad conmemoraba el hecho milagroso de la desaparición de dicha plaga sobre los campos adejeros y el compromiso de los vecinos de festejar a la Virgen en agradecimiento. Aunque según algunos relatos recogidos en el libro de los milagros, el compromiso fue descuidado y en 1737 otra plaga amenazó a las tierras del sur de la isla, por lo que volvieron a implorar la intersección de la devota imagen, renovando el voto bajo el compromiso de no olvidar su fiesta.
Entre las manifestaciones de religiosidad popular asociadas al culto devocional a Nuestra Señora de la Encarnación en la Villa de Adeje, debemos de encuadrar dos hitos que por un lado fomentaron su culto entre los lugareños y por otro difundieron su devoción entre los habitantes de la localidad y su comarca.
El primero de estos hitos, es la cofradía con que contó la imagen, durante al menos el siglo XVIII. Existen referencias de su existencia con anterioridad a 1702, pues en los mandatos de visita de ese año, el visitador hace alusión a la cofradía de la imagen y de una fiesta que sufragaban los mayordomos de la misma. Por lo que suponemos que ésta debió fundarse desde la centuria anterior. El segundo de los hitos devocionales es el Libro de los milagros de Nuestra Señora de la Encarnación. Según la testificación de Francisco García recogida en el documento y fechada en enero de 1746, desde el tiempo del obispo Antonio Corrionero [1614-1620] ya existía un libro de milagros ante «los prodigios que allí obró», aunque sentencia que «ha oído decir que se perdió». Por tanto desde las primeras décadas del siglo XVII la imagen mariana contó con compendio de escritos de los hechos milagrosos que se le asociaban. Ante la pérdida, Magdalena Luisa de Llarena y Viña, condesa de La Gomera y marquesa de Adeje, como mayordoma y camarera de la «milagrosísima imagen», que pide al obispo el privilegio de poder abrir un nuevo libro para recoger estos hechos, favor que fue concedido en diciembre de 1745. A partir de entonces el beneficiado de la parroquial adejera, Gaspar Gabriel Estévez Gorvalán junto al notario público comienzan a recoger testimonios de vecinos y autoridades que relatan cada uno de lo acontecido.
La relación más reiterada en los alegatos es la protección de la imagen sobre los campos, como abogada e intercesora ante plagas y sequías. El relato del vecino Pascual Luis rememora esta singularidad milagrosa: «que varias veces en tiempos de epidemias se han echado cédulas para ver qué imagen les ha de salir por protectora y que siempre sale Nuestra Señora de la Encarnación y lo mismo es ponerla en novenario que acabarse la enfermedad, y que varias veces la ha visto llevar a la hermita del mar, su primera casa, por falta de agua y que siempre se ha visto la lluvia, trayendo muchas veces la Santísima Virgen tapada con las capas por que no se moje».
Igualmente en la mayoría de testificaciones se insiste en el poder del aceite de su lámpara «cura de todas las enfermedades», incluso algunas prendas de su vestido como lazos y mangas que son llevadas ante personas enfermas para su contacto y curación.
Entre las relaciones de testigos aparecen algunos relatos de rogativas extraordinarias, como la acontecida en 27 de diciembre de 1747, solicitada por las autoridades de la villa y vecinos ante la falta de lluvia. La rogativa se llevó a cabo siguiendo la forma acostumbrada de traslado hasta la antigua morada de la imagen, la ermita de la Enramada, recogiendo el relato cada una de las paradas, rezos y acciones que se llevaron a cabo, lloviendo a los pocos días «tanto que pocos años han sido tan abundantes y copiosas las aguas».
La lectura de cada una de las declaraciones testificales nos aporta interesantes datos sobre las particulares cultuales que han estado presentes en torno a la imagen mariana. A ello se une tantas manifestaciones de piedad popular que desde su entronización en su primitiva ermita han ido sucediéndose en el devenir histórico y religioso de la villa de Adeje, muchas de ellas citadas en este libro de milagros.
Antiguos relatos, referencias esenciales que nos brindan una conexión con el pasado histórico de nuestros ancestros y el origen devocional de la tantas veces invocada imagen; la bienaventurada Virgen María «en la Encarnación del Señor», ratificada el 15 de julio de 2020, por la Santa Sede como Patrona apud Deum del municipio de la Villa de Adeje.