En la ciudad de Nazaret, en Galilea, vivía una joven virgen llamada María que se encontraba desposada con un carpintero llamado José. Un día un ángel enviado por Dios llamado Gabriel, visitó a María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturba por estas palabras, y se pone a pensar qué significaba aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. » María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.
No había lugar para ellos: la pobreza de la familia no disponía del dinero necesario para alquilar la comodidad de una estancia reservada, y la pureza de María exigía rodear su parto de soledad y retiro. Y vemos alejarse a la humilde pareja.