El origen de la primitiva imagen de la Virgen de la Encarnación se remonta a los primeros años de la conquista de Tenerife y posterior colonización de la zona. Esta talla apareció en el lugar costero de La Enramada, donde recibió culto por primera vez. Más tarde fue trasladada a Garachico, donde pasó a llamarse Virgen de la Luz.
Según el Libro de Milagros de Nuestra Señora de la Encarnación, los vecinos de Adeje, que lloraban la pérdida de su imagen, se hallaron con esta otra de Nuestra Señora de la Encarnación. El pueblo adoptó la nueva talla, que fue venerada primero en una cueva en El Humilladero y luego en una ermita construida junto al mar, puesta bajo su advocación, que hoy se conoce como ermita de San Sebastián. En la actualidad existe en esta zona dos ermitas, una del siglo XVI y la otra del siglo pasado. Debido a las incursiones de los piratas, Pedro de Ponte trasladó la imagen de la Virgen de la Encarnación a la iglesia de Santa Úrsula de la Villa. El traslado tuvo que efectuarse antes de 1583, año en que murió Don Pedro de Ponte.
Desde fechas muy tempranas el pueblo ha recurrido a Nuestra Señora para que lo socorriera de las calamidades, tal y como se recoge en el Libro de Milagros de Nuestra Señora de la Encarnación del Archivo Parroquial de Santa Úrsula, de Adeje. Además, existía un compromiso de la parroquia de llevar la imagen cada cinco años a La Enramada (actual San Sebastián), como se recoge en un documento de 1782 del Archivo de la Casa Fuerte de Adeje.
La tradición de llevar a la Virgen en rogativa hasta el mar dejó de realizarse para retomarla en 1978. En la actualidad se celebra el segundo domingo después de la Pascua de Resurrección de cada año.
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