En el Archivo Histórico Municipal hemos encontrado un precioso documento de 1882 que establecía unas normas para el uso del agua, siempre un bien escaso y preciado que dió lugar a que el Señor Marqués estableciera este reglamento que transcribimos a continuación:
Existieron en Adeje unos lavaderos públicos en los que las mujeres, además de lavar y desinfectar la ropa, se encontraban con las vecinas, y el trabajo se hacia más llevadero, además de mentidero donde se enteraban de las noticias del pueblo.
Hasta el siglo XIX, los entierros se hacían en los templos y en el exterior de los mismos. En el caso de Adeje, la actual torre de la plaza de España se levanta sobre los restos conservados del antiguo osario. Fue una ley del 6 de noviembre de 1813 la que prohibió la inhumación dentro de los poblados. El Gobernador Civil remitió un escrito dirigido al Alcalde Constitucional del Ayuntamiento de Adeje instandole a la rápida fabricación del cementerio, escogiendo para ello el terreno más apropiado, de acuerdo con el cura párroco y un procurador síndico. El costo de las obras debía ser de la parroquia.
Apenas existen testimonios su vida y mucho menos de su séquito de las 11.000 vírgenes. Son leyendas que parten del medievo, sobre todo a través de Santiago de la Vorágine y su obra "La Leyenda Dorada".
Ubicada en el barrio de La Concepción, fue construida por Antonio de Castro a mediados del siglo XVI, en las tierras del llamado “Heredamiento de Tijoco”. A éste sucedió, en la propiedad y patronazgo de la ermita, Doña María de la Coba Armas, esposa del capitán Juan de Montesdeoca, a quien sucedió la familia Afonso-Montesdeoca. Se erigió un ingenio de azúcar en las cercanías de la ermita que al ser abandonado ocasionó también la ruina de esta construcción. En 1668, la familia Afonso-Montesdeoca la derriba para construir otra mayor, que es la que hoy podemos observar. Las siguientes generaciones de esta familia fueron las encargadas de realizar anualmente la festividad de la Virgen de la Concepción, conforme a lo ordenado por el beneficiado Melchor Afonso Montesdeoca en su testamento.