Escritora, cantante, actriz y guionista.
Josefina de la Torre Millares nace en Las Palmas de Gran Canaria en 1907. Es la menor de 6 hermanos, hija de Bernardo de la Torre, hombre de negocios comprometido con el desarrollo de la ciudad, y Francisca Millares Cubas, quien se dedica a las artes. Nieta del historiador, novelista y músico Agustín Millares Torres, Josefina se cría en el ambiente culto de una familia burguesa e intelectual que alimenta su temperamento artístico desde bien pequeña. Escribe sus primeros poemas, que dedica a los autores Alonso Quesada y Benito Pérez Galdós, con apenas 7 años, y con solo 13 ya publica en revistas.
En su casa de la playa de Las Canteras (paisaje esencial de su niñez que evocará en sus primeros poemarios) su abuelo construye un teatrillo en el que los miembros de la familia participan en obras teatrales, zarzuelas… La música tendrá un enorme protagonismo en la formación artística de Josefina, que tocaba la guitarra, el piano y el violín además de cantar. Su tío, el barítono Néstor de la Torre Comminges, será una influencia esencial en este sentido. Y para su vocación actoral el citado teatrillo, que ella y su hermano Claudio, novelista y dramaturgo, empezarán a dirigir bajo el nombre Teatro mínimo haciendo representaciones de Ibsen, Chejov o del propio Claudio que celebran durante las épocas vacacionales.
En 1923, cuando su hermano es galardonado con el Premio Nacional de Literatura, Josefina se marcha con él a Madrid y empieza su formación como cantante lírica. Lo hará en la academia de Dahmen Chao. Entre 1926 y 1935 Josefina permanece distintas temporadas en la capital, instalando su residencia allí en este último año. Es entonces cuando se decide a lanzar su carrera de soprano, cosechando múltiples éxitos. Especialmente importante será el recital que ofrezca en la Residencia de Estudiantes, concierto que le abrirá las puertas de la Orquesta Sinfónica de Madrid como solista. Además de intérprete, Josefina fue también compositora. La más conocida de sus piezas musicales se titula Puerto de mar.
También en los años 30 Josefina empieza a explotar otra de sus facetas artísticas descubierta en la infancia: la actoral. Sus primeros pasos en el mundillo estarán de nuevo ligados a su hermano Claudio, que empieza a trabajar en los estudios franceses de la Paramount; y se los deberá también a su voz, puesto que se convierte en actriz de doblaje de intérpretes femeninas como Dorothea Wieck o Marlene Dietrich. En uno de estos trabajos coincidirá con el que era ya entonces buen amigo, el cineasta y también doblador Luis Buñuel. Su voz la llevará, igualmente, a formar parte del grupo de actores y actrices del Teatro Invisible de RNE (1944 a 1957) y, más tarde, de La Voz de Madrid, en Radio Madrid.
Josefina dará el salto a las tablas y a la pantalla, grande y pequeña, como intérprete, ayudante de dirección y guionista. En 1946 funda su propia Compañía de Comedias Josefina de la Torre, junto con Ramón Corroto, que se convertirá en su marido, y bajo la dirección artística de su hermano Claudio. Colabora, además, o forma parte de compañías como Teatro de Cámara del Teatro Español, la Compañía Nacional de Cámara y Ensayo del María Guerrero, o las compañías de Nuria Espert y Amparo Soler Leal, entre otras.
En el cine empieza interpretando pequeños personajes ofrecidos por su propio hermano. Trabaja con directores como Julio de Fletchner, José María Castellví o Edgar Neville. Pero nunca logró papeles protagonistas y, aunque obtuvo un accésit al mejor guión en los Premios Nacionales de Cinematografía por la adaptación de su propia novela publicada con pseudónimo Tú eres él, para la película de Miguel Pereyra Una herencia en París (1943), tras 5 años se retiró del cine con cierto desencanto. Lo dejó constar en su libro Memorias de una estrella (1954), donde denuncia con tono irónico el entorno «frívolo» y «mezquino» del mundo del celuloide en el que se juzga a las mujeres no por sus dotes interpretativas, sino por su aspecto físico. Así se recoge en esta cita de la novela referida a una prueba de actrices: “[...] ¿cómo iban a dudar entre una muchacha de dieciocho y una vieja de treinta, por mucho piano, mucho canto y muchas tablas que tuviera? Luego me dijo Josele: «Chica, para el cine es preferible una cara bonita que todo el arte del mundo»”.
A la televisión Josefina llegó en los años 60, siendo una de las pioneras de este género audiovisual en España. Actuó en algunas series míticas como Historias para no dormir (Narciso Ibáñez Serrador) o Teatro de siempre y, años más tarde, con más de 70, en varios capítulos de Anillos de oro de Pedro Masó. Esa fue su última aparición en la vida pública. Su marido Ramón Corroto acababa de fallecer. Hasta que en los años 90 se inaugura en la Residencia de Estudiantes de Madrid la exposición Los álbumes de Josefina de la Torre: la última voz del 27, acto al que acudió a los 93 años y que la rescató momentáneamente de su silencio voluntario.
Pese a esta capacidad de estar en tantas parcelas de la vida artística, Josefina de la Torre Millares es conocida sobretodo por su faceta literaria. Ya se ha dicho que fue una poeta muy precoz. Su primer viaje a Madrid la pone en contacto con las grandes figuras del 27; con los hombres (Lorca, Alberti) pero también con las mujeres, que fueron muchas en los movimientos de vanguardia artísticos y literarios aunque la historia las haya relegado al papel de amantes o musas: allí estuvieron Rosa Chacel, Concha Méndez, Maruja Mallo, Ernestina de Champourcin… Esta última y la propia Josefina son las únicas incluidas por Gerardo Diego en su Antología de la Poesía Española de 1934. Julio Salinas prologa su primer poemario, Versos y estampas (1927), y la califica de “muchacha-isla”, una perfecta definición para una mujer que es la voz insular del 27 y cuyos primeros poemas están llenos de los ecos y resonancias de los paisajes de su niñez. Para entonces ya colabora en revistas poéticas de prestigio como España, Alfar, Verso y prosa, La Gaceta Literaria y Azor.
En esos años comparte con los autores y autoras de su generación la sencillez formal y un lenguaje cercano a lo popular que se va intelectualizando (Poemas de la isla, 1930) y que se volverá plenamente maduro en Marzo incompleto (1968), donde Josefina emplea un tono más íntimo marcado por la frustración ante una maternidad que no llega. Menos conocida es su faceta como prosista. Josefina, su hermano Claudio de la Torre y su cuñada, Mercedes Ballesteros, codirigieron la colección La novela ideal a la que ella aporta varios relatos amorosos cortos firmados con el seudónimo Laura Comminges. Este proyecto ayudó a la familia económicamente en los difíciles años de la Guerra Civil, en los que los hermanos regresaron a Las Palmas. También realizó adaptaciones teatrales.
A Josefina se la incluye en la nómina de las llamadas “Sinsombrero”, mujeres de enorme peso en la vanguardia artística de principios del siglo XX en España (algunas de las cuales citábamos antes) que vivieron el nacimiento de los movimientos sufragistas y feministas, una nueva participación en la vida pública y social, en la educación y la cultura, y que no estaban dispuestas a volver atrás en la conquista de sus derechos. En España ese proceso se culmina en los años de la II República, donde se implantaron medidas como el derecho al voto femenino, el matrimonio civil o el divorcio que trajeron cierta luz al túnel de la desigualdad. Acabaría por apagarse con el estallido de la guerra en el 36.
Pese a ello, estos cambios alumbraron a una generación de mujeres modernas, cosmopolitas e independientes: Josefina jugaba al tenis, practicaba natación y conducía su propio coche, actividades habitualmente reservadas a los varones.
Josefina de la Torre murió el 12 de julio de 2002 en su casa madrileña de la Ribera del Manzanares. Antes de fallecer, fue nombrada Miembro de Honor de la Academia Canaria de la Lengua y el gobierno regional le concedió la Cruz de la Orden “Islas Canarias”. Al fallecer, la Academia española de las Artes y las Ciencias Cinematográficas le rindió homenaje en la gala de los Premios Goya en reconocimiento a su labor como actriz y, en 2007, se celebró el centenario de su nacimiento en su isla natal. En el año 2020 se le dedicó el Día de las Letras Canarias.
En el ensayo Absence and Presence de Catherine G. Bellver, publicado por la Associated University Press de Nueva York en 2001, Josefina de la Torre Millares aparece como una de las 5 poetas españolas más relevantes de los años 20 y 30 del siglo XX.
*Texto: Elisa Falcón Lisón, Licenciada en Historia del Arte y Guía Oficial del Gobierno de Canarias. (2021)