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Mar Vaquero

Ingeniera de la NASA. 

Mar Vaquero Escribano nace en Maspalomas (Gran Canaria) en 1985. Hija de un guardia civil y de una ATS, Mar es la primera en su familia con carrera universitaria y doctorado que se dedica a la investigación.

Cursó sus primeros estudios en el colegio Arenas de San Agustín. Con apenas 8 o 9 años, Mar observó por primera vez la luna a través de un telescopio. Aquella visión la impresionó mucho: los cráteres, la luz, lo distinta que parecía del planeta en el que vivimos. Se despertó entonces su curiosidad y surgieron en su mente las primeras preguntas: ¿por qué está tan lejos? ¿Por qué es tan distinta? Sus padres la animaron a continuar en busca de respuestas y es así como ingresa en un club de astronomía para aficionados. La vocación de Mar está, claramente, escrita en las estrellas: con 10 años quiere ser astronauta y viajar a Marte; con 12, consigue conocer al astronauta de origen español Miguel López Alegría, quien la anima a esforzarse en los estudios para lograr un expediente que le posibilite estudiar alguna ingeniería en Estados Unidos. 

Mar recoge ese sabio consejo y, tras examinarse de la selectividad, consigue una beca que le permite empezar Ingeniería Aeroespacial en la sede madrileña de la Universidad San Luis. «Mi interés por la ingeniería viene influenciado desde pequeña por mi padre, a quien considero una persona con ingenio nato. Su facilidad por encontrar una solución rápida y creativa a los problemas que se presentan en la vida cotidiana fue lo que realmente despertó mi interés por el campo de la ingeniería. Aunque conectada, la pasión por la investigación vino un poquito más tarde, avanzada ya la carrera de Ingeniería Aeroespacial cuando comencé a hacer alguna pregunta a la que mis profesores de universidad no tenían respuesta concreta» (en Usuaria Desactivada). Efectivamente, Mar se describe como una mujer con interés por resolver problemas complejos y por «alterar el estado original de las cosas materiales con el fin de mejorarlas» (en Mujeres STEAM). La aeronáutica parecía una carrera ideal para eso.

Dos años después, su excelente expediente académico y su nivel de inglés le valen el traslado a EEUU para continuar sus estudios en la sede principal de la Universidad de Missouri, una vez más gracias a una beca que le permite costearse la elevada matrícula. Su intención inicial al acabar ingeniería es realizar un máster y un posgrado en astrofísica en la Universidad de Hawai, por lo que continúa estudiando un año más para licenciarse en Ciencias Físicas y, durante el verano de 2006, es becaria en el Instituto Astrofísico de Canarias (IAC). Es entonces cuando recuerda cuál era su verdadera pasión: «entendí que realmente mi vocación es la ingeniería aplicada a la física de los cuerpos celestiales, y de ahí volví a mi camino dirigido al diseño de misiones espaciales» (en Revista Binter).

Encarrilada de nuevo hacia la Ingeniería Aeroespacial, Mar comienza un doctorado que durará 4 años en la Universidad de Purdue (Indiana) y que culmina con su tesis "Diseño de trayectorias de transferencia usando órbitas resonantes en entornos multi objetos". Versaba, básicamente, sobre cómo resolver el problema de transportar una nave por el sistema solar usando el mínimo combustible o incluso nada, uno de los principales retos a los que se enfrentan los científicos y científicas dedicados a este campo. Su directora de tesis es la ingeniera aeroespacial experta en diseño de trayectorias de naves espaciales Kathleen Howel. Antes incluso de que llegue a leer su trabajo, en el año 2013, la NASA se interesa por ella a raíz de la presentación de un artículo. En la entrevista le preguntan qué quiere hacer: Mar tiene claro que desea continuar con esa línea de investigación; pero hay otra cosa que la atrae poderosamente y es el manejo físico, experimental, el pilotaje de naves espaciales. Es así como Mar se convierte en miembro del Jet Propulsion Laboratory (JPL), el laboratorio de la NASA que se dedica al diseño, construcción y navegación de todas las misiones tripuladas, encargado de diseñar los robots y las sondas que trabajan en el espacio como Rover, Curiosity, Juno o Cassini. Concretamente, Mar será ingeniera de control de trayectoria de esta última, proyecto en el que trabajó otros 4 años hasta que la misión terminó.

Cuando Cassini fue puesta en órbita en Cabo Cañaveral el 15 de octubre de 1997, Mar Vaquero Escribano era todavía la niña que soñaba con ser astronauta. 16 años después, realizaba contribuciones decisivas en la tercera misión de la nave que más y mejor ha explorado Saturno, sus anillos (gracias a esta sonda ahora sabemos que están compuestos de partículas de roca y hielo cuyo tamaño varía del de una pelota de golf al del monte Everest) y sus 62 lunas: «imaginaos un cielo así», se entusiasma Mar (Diario de Lanzarote). Mar era la responsable de «volar la nave, hacer las maniobras necesarias para devolverla a su trayectoria de referencia, que es la que necesitan los científicos para estudiar el planeta y asegurarme de que está siempre en el sitio adecuado en el momento adecuado» (El País). Además, diseñó la trayectoria que llevó a Cassini desde Titán a Encelado y luego a Titán (dos de las lunas de Saturno), gracias a la cual se pudo comprobar la existencia de hielo y materia orgánica que podrían suponer la presencia de vida en dichos satélites. De hecho, Mar fue también la encargada de “estrellar” de forma controlada la sonda, haciendo que se desintegrase en la atmósfera de Saturno una vez se quedó sin combustible el 15 de septiembre de 2017, para evitar que cayera en una de esas lunas y contaminara la posible vida que puedan albergar. Y es que esa es una de las grandes preguntas que como científica Mar se hace y sobre la que tiene una respuesta bastante clara: aunque sea por pura probabilidad y estadística, tiene que haber más vida en el universo. 

Finalizada su misión con Cassini, Mar trabaja en el diseño de la ruta de la sonda Europa Lander para la exploración de Europa, una de las lunas de Júpiter, en el año 2030, pues allí igualmente podría haber vida y para explorar su habitabilidad. Entre los retos que Mar considera necesario superar con el fin de poder hallar esa vida en el universo o de que mujeres y hombres nos traslademos a otros planetas, están la creación de sistemas de propulsión que permitan acortar el tiempo de duración de los viajes espaciales, la mejora de los sistemas de comunicación en el espacio profundo o saber cómo afecta la radiación a los seres humanos fuera de la atmósfera terrestre.

Preguntada acerca de la incorporación de las mujeres a las carreras científicas y técnicas, uno de los grandes temas pendientes en la lucha por la igualdad de géneros, Mar ha contestado: «Les diría que adelante: sin miedo ni dudas. Les espera una aventura llena de recompensas y satisfacciones. Hay muchos caminos que llegan al mismo lugar, es cuestión de encontrar el nuestro propio. Les recomendaría que encontraran un mentor que las pueda guiar y, sobre todo, que confíen en ellas mismas y en su capacidad para lograr lo que se propongan. Por último, les diría que no se paren demasiado a planificar el futuro con detalle. La cuestión es empezar, el resto va llegando por sí solo» (en Revista Binter, por Verónica Martín). 

*Texto: Elisa Falcón Lisón, Licenciada en Historia del Arte y Guía Oficial del Gobierno de Canarias.


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