Trapecista, escritora y empresaria.
María Cristina del Pino Segura Gómez, Pinito del Oro, nace Las Palmas de Gran Canaria, en el barrio de Guanarteme, el 6 de noviembre de 1931. Forma parte de una extensa estirpe de artistas circenses integrada por 19 hermanos y hermanas (de los que sobrevivieron solo 7), siendo Pinito la más pequeña.
Su padre, José Segura Fenollar, natural de Alcoy, Alicante, que pudo haber recibido una buena educación y tener un futuro como comerciante, médico o cura (era lo que su familia deseaba para él), decide sin embargo huir de casa y se enamora del mundo titiritero que descubre en los caminos. En una de las escalas de aquella dura vida nómada conoce a Atilana Gómez, nacida en Albaladejo, Ciudad Real, que queda embarazada de su primer hijo. La muchacha escapa con él y juntos, con algo de dinero ahorrado, pondrán en pie el modesto circo de chapas que será para siempre el sustento familiar y que bautizan como Gran Circo de los Hermanos Segura. La amenaza de la Guerra Civil los trae hasta las islas, a Gran Canaria, donde nace Pinito, a la que su madre quiso alejar de la pista tras haber sufrido mucho por los accidentes de sus otros hijos e hijas. «Esta no va a ser artista. La pequeña me la reservo para mí» (en ABC).
Atilana se preocupa de que Pinito vaya a la escuela allí donde se instala el circo y la anima a la lectura, ilusionada con que pueda dedicarse a algo que la aleje de la pista, como ser «modista, partera, maestra de escuela», según narraba la artista en un documental que RTVE le dedicó dentro del programa Mujeres. A Pinito, además, no le gustaba el circo y no creía que valiera para ello. Su hermano Salvador la llamaba «gansa», su padre se enfurecía ante sus fracasos, pero para ella y su madre era un alivio que la pequeña se dedicara simplemente a cobrar las entradas. Pero un día Pinito se sube al alambre y no se cae, y su padre lo presencia. «Como era un número facilón, para niñas sositas como yo» (así lo expresaba ella misma) se hizo alambrista. El día de su debut su madre estaba enferma de gravedad y no pudo arropar a Pinito con el cariño especial que siempre le profesó. Atilana murió al día siguiente. Pinito se ve entonces sola: su aliada y defensora ha fallecido, sus hermanos mayores se han casado y ella apenas tiene 11 años. Se desvanecen sus esperanzas de seguir estudiando y comprende que ese va a ser su destino, «que estaba atada al circo ya para siempre».
En 1943, estando de gira en Andalucía, el vuelco de un camión que formaba parte de la caravana acaba con la vida de Esther y Salvador, dos de sus hermanos mayores y dos de los activos más importantes de la compañía. Ante aquella fatal pérdida, el resto de los hermanos llegan a desear que hubiera sido Pinito la fallecida, pues era la niña torpe, que tenía miedo del público y que no servía para aquella vida. Es entonces cuando Pino rescata de entre los bártulos que iban a ser tirados ante un inminente traslado a la Península el trapecio de Esther: le pide a su padre que se lo coloque, este accede y así empieza su carrera como trapecista. Pinito dedicará muchas horas a practicar, y se ganará la confianza paterna y un puesto en el circo no sólo aprendiendo los trucos sino añadiéndoles siempre un plus de modernidad y peligro. Comienza llamándose la Shirley Temple del trapecio, pero las burlas de sus hermanos la llevan a cambiarse el nombre: Pinito, uno de sus tres nombres, era por la patrona de su tierra, la Virgen del Pino; del Oro, idea de su padre, porque existía en su época una famosa trapecista llamada la Rita de Plata que él aspira a que supere.
Con 16 años conoce a Juan de la Fuente, el que sería su marido durante 20 años. Siendo novios, su padre y sus hermanos le prohíben que lo vea y, en un momento de «rebeldía y romanticismo» (Pinito para RTVE), la muchacha ingresa en un convento. Su padre tiene que recurrir a un abogado para rescatarla, porque la joven se arrepiente pero las religiosas no quieren dejarla salir. La experiencia inspiró una de sus novelas inéditas, Cárcel de vírgenes, cuando, ya retirada, Pinito se dedicó, entre otras cosas, a escribir.
Siendo todavía menor de edad, durante unas navidades en que trabajaba en Valencia, el representante para Europa del Ringling Bros. and Barnum & Bailey Circus, el más importante de Estados Unidos y del mundo en aquella época, la vio hacer su número (el único que le gustó del espectáculo) y quiso contratarla, lo que generó nuevas tensiones con sus hermanos, con los que nunca tuvo una relación fácil: o iban todos o ninguno. Pinito tuvo que casarse para poder emanciparse de su familia y viajar a América. Confesaba que casi se había casado solo por eso, para no echar a perder tanto esfuerzo y trabajo desaprovechando aquella oportunidad. A Pino le llega su contrato estando embarazada de 5 meses y decide sacrificar a aquel hijo (tiene un aborto) para alcanzar esta gran meta en su carrera. Años más tarde, María Cristina del Pino tendría un hijo y una hija. Su marido aprendería el oficio de aguantarle la escalera. Pero aquel matrimonio, que no empezó por las razones adecuadas y que nunca fue bien avenido (Juan le era infiel y Pinito lo descubrió), acabó por fracasar. Años más tarde, Pino iniciaría otra relación con un hombre más joven que ella al que conoció en La Laguna, Tenerife.
Su trabajo en el circo Ringling la lleva en 1950 a la rica Nueva York, donde actúa en el Madison Square Garden. En aquel primer número, Pinito salió acompañada de 60 muchachas, 40 elefantes, infinidad de caballos… «Aquello», recuerda, «era un cuento de hadas». Pinito aprovechaba los parones de invierno del circo americano para viajar y trabajar en Cuba, Alemania, Suecia, Inglaterra, Portugal… En 1956 vuelve a España, donde debuta en el Circo Price de Madrid con un inmenso éxito, pero regresa 3 años más a Estados Unidos hasta terminar su contrato. En su retorno definitivo a Europa, donde el circo había evolucionado mucho tras sus años de ausencia americana, Pinito participó en la Gran Competición Mundial del Circo celebrada en el Palacio Municipal de los Deportes de Barcelona en noviembre de 1956 y organizada por los empresarios Arturo Castilla, Juan Carcellé y Pedro Balañá. Se proclamó Reina del Festival Mundial, título que revalidó en Oporto, Portugal, en 1958 y en Madrid en 1960. Pinito se había convertido por entonces en la trapecista más famosa del mundo en su especialidad, que era la técnica del equilibrio, pues existía también la modalidad del trapecio de fuerza en la que destacó su contemporánea, la también española María del Pino Papadopoulos, Miss Mara, con la que siempre mantuvo una sana competencia artística.
Pinito actuó en la televisión (en 1956 debutó en el famoso show de Ed Sullivan, apareció en la televisión inaugural de Heilborn, Alemania, en 1958) y el cine: dobló las escenas en el trapecio de Gina Lollobrigida para la película de Carol Reed, Trapecio. Y el famoso cineasta Cecil B. DeMille intentó contratarla para su filme El mayor espectáculo del mundo, pero ella rechazó porque el director no quería que figurase su nombre en los créditos.
Siempre actuaba sin red, lo que llenaba sus números de riesgo y emoción, y le costó varios accidentes casi mortales en Huelva (se rompió el cráneo y permaneció una semana en coma cuando sólo tenía 17 años), en Suecia (se rompió el cráneo, las manos y los pies) y en Laredo (sufrió múltiples lesiones). Tuvieron que operarle los pies para enderezarle los dedos, que tenía encorvados de tanto puntear en el trapecio. Tras la última de sus graves caídas, la artista decide retirarse por primera vez.
Es el año 1961 y Pino empieza entonces una etapa como empresaria, invirtiendo sus ahorros en comprar algunos pisos para alquilar y en montar un pequeño hotel con sala de fiestas bautizado como ella en el popular paseo de Las Canteras, en Las Palmas. Allí abrió además un museo con su vestuario, trapecios, premios, libros, recortes de prensa y recuerdos de su larga vida itinerante. En 1968, sintiendo que Madrid era el lugar donde verdaderamente debía decir adiós a la pista, ante una crisis matrimonial y decidida a demostrarse a sí misma que podía seguir siendo Pinito del Oro sin el apoyo de nadie, regresa al redondel, que abandona definitivamente en 1970 dejando su nombre en todo lo alto y estando todavía en buena forma física. Su marcha coincide con la última función en el Price antes de su demolición y, una vez más, con una muerte que señala un acontecimiento importante en su vida: su padre, su maestro, fallece el día de su última actuación. Pinito había podido despedirse poco antes de él, cuando ya estaba muy enfermo. Tras su despedida, su compañera Mary Santpere le corta algunos cabellos en el vestuario, que Pinito guardaría como recuerdo.
A lo largo de su vida Pinito cultivó otra de sus pasiones, la literatura. Como escritora publicó Cuentos de circo (1957), Trapecio. Conocimiento y técnica (1967), Pinito del Oro. Memorias de una trapecista. Autobiografía (2010), además de las novelas Nacida para el circo (1971), La víspera (1974) y El italiano (1977), con las que quedó finalista en certámenes literarios como el Ciudad de Oviedo y el Blasco Ibáñez.
En 1990 el Gobierno le concedió el Premio Nacional de Circo y, en 1998, la Medalla de Oro de las Bellas Artes por su gran contribución al arte circense. Es Hija Predilecta de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, en la que le dedicaron una plaza, y Medalla de Oro de Canarias. La casa de la cultura de Albaladejo, en Ciudad Real, lleva su nombre, pues su madre (como ya se señaló) era natural de esta localidad. También tiene una imagen en el Museo de Cera de Madrid. Existe un premio circense que se llama como ella y se le han dedicado espectáculos de teatro y circo. La reina del trapecio, mujer valiente y luchadora que se hizo a sí misma en todos los ámbitos de su vida, falleció en Las Palmas el 25 de octubre de 2017.
*Texto: Elisa Falcón Lisón, Licenciada en Historia del Arte y Guía Oficial del Gobierno de Canarias.